Hoy, 20 de noviembre, se conmemora el Día Mundial de la Infancia, una jornada instaurada por las Naciones Unidas para recordar la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989 y reafirmar el compromiso global con el bienestar, la protección y el desarrollo integral de los menores de todo el planeta.
Más de 190 países han ratificado este histórico tratado, el más ampliamente aceptado en la historia de la ONU. Sin embargo, a 36 años de su adopción, millones de niños y niñas siguen enfrentando desafíos estructurales: pobreza extrema, acceso limitado a la educación, violencia, desplazamiento forzado y falta de protección en entornos digitales.
En una ceremonia simbólica en Ginebra, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, destacó: “La infancia no es un tiempo de espera, es un derecho. Cada niño y niña merece crecer en un mundo donde su voz sea escuchada, su dignidad respetada y su potencial cultivado”.
Organizaciones como UNICEF y Save the Children informan de avances significativos en la reducción de la mortalidad infantil y el aumento de la matrícula escolar, pero también alertan sobre el crecimiento de la violencia escolar, el trabajo infantil en zonas rurales y el impacto del cambio climático en la salud de los más pequeños.
El Día Mundial de la Infancia no es solo una conmemoración, sino un llamado a la acción. Las Naciones Unidas instan a gobiernos, empresas y ciudadanos a invertir en educación, salud mental infantil, protección digital y participación infantil. “No podemos hablar de desarrollo sostenible si dejamos atrás a la mitad de la humanidad en sus primeros años de vida”, subrayó Türk.
Hoy, mientras millones de niños juegan, estudian y sueñan, el mundo entero se detiene —aunque sea un momento— para recordar que proteger la infancia no es un acto de caridad, sino un deber moral y un pilar indispensable para construir sociedades más justas, pacíficas y humanas.



